4. LA EDUCACIÓN Y LA FAMILIA

INTRODUCCIÓN

Un aspecto fundamental del sustento que los padres le debían al hijo es la educación en el sentido más amplio de la palabra. Esto incluye, primero que nada, castigo.
Según Proverbios 13:24: «El que detiene el castigo, a su hijo aborrece; mas el que lo ama, desde temprano lo corrige». También: «Castiga a tu hijo en tanto que hay esperanza; Mas no se apresure tu alma para destruirlo» (Pr 19: 18); los padres entonces se inclinaban a ser tiernos de corazón tanto como ahora, pero la necesidad de castigo no se puede hacer a un lado por lástima necia. El castigo puede ser un salvavidas para el hijo: «No rehúses corregir al muchacho; Porque si lo castigas con vara, no morirá. Lo castigarás con vara, Y librarás su alma del Seol» (Pr 23: 13, 14).
El castigo es necesario, como Kidner lo señala, porque Proverbios afirma:
Primero, «La necedad está ligada en el corazón del muchacho»; exige más que palabras sacarla de allí (22:15). En segundo lugar, el carácter (en el cual la sabiduría mismo se incorpora) es una planta que crece más fuerte con alguna poda (cf. 15: 32, 33; 5:11, 12; He 12: 11); y esto desde los días más tempranos (13:24b: «desde temprano»; cf. 22:6: «Instruye al niño en su camino, Y aun cuando fuere viejo no se apartará de él»). En «el muchacho consentido» el único producto predecible es la vergüenza (29:15).

PERO EL CASTIGO NO ES SUSTITUCIÓN DE LA INSTRUCCIÓN SÓLIDA, DE LA ENSEÑANZA APROPIADA.

Así que, segundo, los padres tienen la obligación de proveerle al hijo educación santa. «El principio de la sabiduría es el temor de Jehová» (Pr 1:7); «El temor de Jehová es el principio de la sabiduría» (Pr 9:10). La sabiduría descansa en la fe, y el verdadero conocimiento tiene como presuposición al Dios soberano. No puede haber neutralidad en la educación.
La educación por el estado tendrá fines estatistas. La educación por la iglesia se dirigirá a promover a la iglesia. La escuela no puede estar subordinada ni a la iglesia ni al estado. En los días de Cristo se enseñaba a los hombres a ofrendar a Dios, antes que proveer para sus padres (Mr 7:7-13). Por tanto, el pecado se enseñaba como virtud.
De los hijos se requiere que obedezcan a sus padres. La contraparte de esto es la obligación de los padres de enseñar a sus hijos los elementos fundamentales de la obediencia: la ley de Dios. La misma ley requiere esto:
Porque ¿qué nación grande hay que tenga dioses tan cercanos a ellos como lo está Jehová nuestro Dios en todo cuanto le pedimos? Y ¿qué nación grande hay que tenga estatutos y juicios justos como es toda esta ley que yo pongo hoy delante de vosotros? Por tanto, guárdate, y guarda tu alma con diligencia, para que no te olvides de las cosas que tus ojos han visto, ni se aparten de tu corazón todos los días de tu vida; antes bien, las enseñarás a tus hijos, y a los hijos de tus hijos (Dt 4:7-9).
Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes (Dt 6: 6, 7).
Una vez cada siete años, en el año sabático, los hijos y los adultos debían oír la lectura de la ley por entero (Dt 31: 10-13).
Muy temprano, los dirigentes religiosos de Israel asumieron la tarea de la educación. El profeta Natán llegó a ser el instructor del joven Jedidías (Amado de Jehová) o Salomón (2ª S 12: 25).
Tercero, debido a que la ley es intensamente práctica, la educación hebrea era intensamente práctica. La opinión común era que el que no enseñaba a su hijo la ley y un oficio, la capacidad para trabajar, lo criaba para que fuera un necio y ladrón.
Se dice que Simeón, hijo del famoso Gamaliel, observó: «No aprender, sino hacer es lo principal». Josefo, en su obra Contra Apio, comparó la educación de los hebreos con la de los griegos. La educación griega se desvió de lo severamente práctico a lo abstracto y teórico, señaló, en tanto que la ley bíblica tenía una relación saludable entre el principio y la práctica.
Cuarto, la educación bíblica, como estaba centrada en la familia y recalcaba la responsabilidad de padres e hijos, producía personas responsables. Una persona criada y educada en la doctrina de que tiene la responsabilidad de cuidar de sus padres según surja la necesidad, proveer para sus hijos, y, hasta donde pueda, dejar una herencia de disciplina y ejemplo moral así como de riqueza material, es una persona altamente sintonizada con la responsabilidad.
En un sistema educativo así, el estado no es la parte responsable, sino la familia, y el hombre tiene la obligación de ser jefe competente y proveedor de su familia, y la esposa una ayuda idónea hábil para su esposo. El abandono de una educación orientada a la familia lleva a la destrucción de la masculinidad, y deja a las mujeres como lujos para los hombres o competidoras agresivas contra los hombres. Los hombres y las mujeres, al perder su función, giran en la inestabilidad sin un sentido legítimo de función.
La educación moderna abstrae el conocimiento; el especialista se enorgullece de no saber nada fuera de su campo y lleva su negativa de relacionar su conocimiento a otros aspectos como placa de honor. Si el erudito busca relatividad social, de nuevo es sin un principio trascendental, y el resultado es una inmersión en el proceso social sin una estructura de valor. Todo lo demás se descarta como insulso excepto el proceso que al momento llega a ser la estructura encarnada.
En la educación moderna, el estado es el educador, y se estima que el estado es la agencia responsable antes que el hombre. Tal perspectiva resulta en destrucción del alumno, cuya lección básica se vuelve dependiente del estado. Se mira al estado, en lugar de al individuo y a la familia, en busca de decisión y acción moral, y el papel moral del individuo es asentir y postrarse ante el estado. La educación estatista es, por lo menos implícitamente, contraria a la Biblia, aun cuando le dé a la Biblia un lugar en su plan de estudios.
Quinto, básico en el llamamiento de todo hijo es ser un miembro de una familia. Casi todos los hijos un día llegarán a ser esposos y esposas, y padres o madres.
La escuela estatista es destructora de este llamamiento. Sus esfuerzos por atender la necesidad son esencialmente externos y mecánicos, o sea, cursos de economía doméstica, educación sexual y cosas parecidas. Pero la educación esencial para la vida de familia es la vida de la familia y una escuela y una sociedad orientada a la familia. Quiere decir educación bíblica. Quiere decir disciplina, y educación en la responsabilidad santa.
La escuela estatista, todavía más, básicamente entrena a las mujeres para que sean hombres; no en balde tantas se sienten desdichadas por ser mujeres. Tampoco los hombres están más contentos de que el dominio en la educación moderna se transfiera del hombre al estado, y progresivamente al hombre se le priva de su hombría. La principal víctima de la educación moderna es el estudiante varón.
Puesto que el dominio es según el propósito creativo de Dios un aspecto básico del hombre, cualquier educación que disminuye el llamamiento del hombre a ejercer dominio también disminuye al hombre en algún grado.

SEXTO, LA EDUCACIÓN BÍBLICA HACÍA ÉNFASIS EN EL APRENDIZAJE, APRENDIZAJE SANTO.

Los proverbios judíos recalcaban esto. Ya nos hemos referido a uno: «Así como al hombre se le exigía que enseñara a su hijo a la Tora, también se le exigía que le enseñara un oficio». Todavía más: «El que le enseña al hijo de su prójimo la Tora, es como si lo hubiera engendrado». Pero, sobre todo, «un ignorante no puede ser santo».
Puesto que la santidad no es un acto de generación espontánea sino que requiere conformidad con la ley y justicia de Dios, el ignorante no puede ser santo. Todavía más, puesto que el conocimiento no es surge por sí mismo, y el significado de lo fáctico no viene de hechos sino del Creador, el conocimiento requiere como presuposición en todo aspecto el conocimiento de Dios, cuyo temor es el principio de la sabiduría y el conocimiento.
Se necesita más que nunca recalcar que los mejores y más fieles educadores son los padres bajo Dios. La mejor escuela es la familia. En el aprendizaje, ninguna lección en una escuela o universidad se compara a las tareas rutinarias de la madre que en poco tiempo enseña la lengua materna a un bebé que no habla ninguna lengua.

Ninguna tarea en la educación se iguala a esto. La educación moral del niño, la disciplina de buenos hábitos, es una herencia de los padres al hijo que supera todas las demás. La familia es la escuela primera y básica del hombre.