5. LA FAMILIA Y LA DELINCUENCIA

INTRODUCCIÓN

El problema de la delincuencia juvenil aparece en una ley de importancia central, pero desdichadamente descuidada por los comentaristas, en lo que tiene que ver con alguna pertinencia a nuestra sociedad. La ley dice:
Si alguno tuviere un hijo contumaz y rebelde, que no obedeciere a la voz de su padre ni a la voz de su madre, y habiéndole castigado, no les obedeciere; entonces lo tomarán su padre y su madre, y lo sacarán ante los ancianos de su ciudad, y a la puerta del lugar donde viva; y dirán a los ancianos de la ciudad: Este nuestro hijo es contumaz y rebelde, no obedece a nuestra voz; es glotón y borracho. Entonces todos los hombres de su ciudad lo apedrearán, y morirá; así quitarás el mal de en medio de ti, y todo Israel oirá, y temerá (Dt 21: 18-21).

LA LEY ES BIEN CLARA; ¡SI LOS INTÉRPRETES FUERAN IGUAL DE CLAROS!

En este punto, vemos la interpretación talmúdica en su peor aspecto. Hay mucha palabrería en cuanto a lo que constituye un hijo; se le define en términos de barba y vello púbico. Por ejemplo, R. Hisda dijo: «Si un menor engendra a un hijo, este último no cae bajo la categoría de un hijo obstinado y rebelde, porque está escrito: Si un hombre tiene un hijo, pero no si un hijo (es decir, uno que todavía no ha alcanzado la edad de hombre) tiene un hijo».
También se informa de una discusión en cuanto a la edad cuando la actividad sexual del muchacho deja de ser «inocente» y se vuelve pecado. La discusión pornográfica que sigue no arroja ninguna luz sobre el texto sino que refleja los esfuerzos legalistas para tergiversar el significado de la palabra y forzar un sentido extraño.
Como juristas de nuestros días, y como la Corte Suprema de los Estados Unidos, se hace todo esfuerzo para dejar nula e inválida la ley limitando el alcance de su aplicación. El hijo no es culpable de beber vinos costosos, porque no podía beber demasiado, ¡así que debe referirse al vino italiano barato! De nuevo, si el delincuente quedaba sexualmente incapacitado por un accidente en el nacimiento, por supuesto que no era hijo, se nos dice.
Al analizar esta ley es preciso reconocer ciertas cosas. Primero, indica una limitación en el poder de la familia. Un padre romano tenía el poder de vida y muerte sobre sus hijos. Podía dejarlos a la intemperie como infantes, ni matarlos cuando jóvenes, y este poder aparece en muchas culturas.
El padre como dios daba vida, y como dios la quitaba. Pero, como Kline notó, «el castigo era el límite de la imposición de autoridad de los padres (v. 18)». De hecho, Las leyes hasta este punto no apuntan solo a la defensa, sino también a la limitación, de la autoridad paterna.
Si el hijo de alguien era inmanejable y refractario, y no escuchaba la voz de sus padres, aun cuando ellos lo castigaran, su padre y madre debían llevarlo y conducirlo a los ancianos de la ciudad a la puerta del lugar. Los ancianos no son considerados aquí como jueces en el estricto sentido de la palabra, sino como magistrados, que tenían que defender la autoridad paterna y administrar la vigilancia local.
En la ley bíblica, toda vida está bajo Dios y su ley. Bajo la ley romana, el padre era la fuente y señor de la vida. El padre podía abortar al hijo, o matarlo después del nacimiento. El poder de abortar, y el poder de matar, van mano a mano, sea en manos de los padres o del estado. Cuando se aplica el uno, pronto también se aplica el otro. Restaurar el aborto como derecho legal es restaurar el asesinato judicial o paterno.
Es significativo que, conforme se mata a víctimas inocentes, y no se les aplica la pena capital a sus asesinos, los mismos hombres que abogan por la vida del asesino también demandan el «derecho» al aborto. Gary North notó, en un plantel universitario de importancia, que el mismo demostrador llevaba un día un letrero: «Abolición de la pena capital», y «Legalización del aborto» al día siguiente. Cuando a un profesor de ideología liberal se le llamó la atención a esto, su respuesta fue: «No hay contradicción en eso». Tenía razón; la tesis es, condenar al inocente y dejar libre al culpable.
Segundo, la ley requiere que la familia se alinee con la ley y orden en lugar de ponerse de lado de un miembro criminal. Wright opinaba que «es altamente improbable que los padres a menudo apelen a tal ley». Los padres no son testigos de queja en el sentido normal, y como resultado no se les requiere que sean verdugos como los testigos normalmente lo eran (Dt 17:7). Son «los hombres de la ciudad» los que deben ser los verdugos, y de aquí que es una queja en un sentido muy real de la comunidad contra un miembro criminal.
De nada sirve aducir humanitarismo aquí. En esos días, en las culturas vecinas el padre tenía el poder de matar a sus hijos y a menudo lo hacía. En tanto que los hebreos tenían un estándar diferente, ni su ley ni sus vidas se movían en términos del humanitarismo moderno.
Si los padres se negaban a quejarse contra su hijo, se hacían culpables de condonar o participar en sus crímenes. Su papel era por tanto formal pero necesario; ¿iba la familia a alinearse con la justicia o en términos de sus vínculos sanguíneos?
En vista de la fuerte naturaleza de las lealtades de familia, la participación de los padres era necesaria a fin de asegurar la libertad del conflicto y también poner a la familia firmemente en contra de sus miembros criminales. El que un padre se negara a presentar una queja en un caso así sería convertirse en parte de la transgresión y defensor de la transgresión. El principio requerido era tajante: no la sangre sino la ley debe gobernar.

TERCERO, LA LEY BÍBLICA ES NORMA JURÍDICA , Y ESTA LEY NO TRATA SOLO DE LOS HIJOS.

Quiere decir que si a un hijo, a quien sus padres aman y es el heredero, se le debe denunciar su transgresión, ¿cuánto mucho más a otros familiares? Una familia que entrega a su hijo a la ley, entregará a cualquiera. De este modo, las hijas quedaban claramente incluidas. La ley dice: «No haya ramera de entre las hijas de Israel, ni haya sodomita de entre los hijos de Israel» (Dt 23: 17).
«No contaminarás a tu hija haciéndola fornicar, para que no se prostituya la tierra y se llene de maldad» (Lv 19: 29). La evidencia indicaría que ninguna joven hebrea podía convertirse en una delincuente incorregible, y, en período de ley y orden, seguir viva. Es significativo que el término que se usa en Proverbios para prostituta es mujer extraña, una extranjera.
Esto tiene dos interpretaciones posibles. Posiblemente, la hija que se hacía prostituta era excluida de la familia y de la nación y ya no era miembro del pueblo del pacto sino una extranjera. Más probable, como la lectura literal claramente indica, la prostituta era una extranjera.
Está claro entonces que el propósito de esta ley era que se ejecutara a todos los criminales incorregibles y habituales. Si había que ejecutar a un hijo criminal, ¿cuánto mucho más a un prójimo u otro hebreo que se había vuelto criminal incorregible? Si la familia debe alinearse con la ejecución de un hijo delincuente incorregible, ¿no va a exigir la muerte del criminal habitual de la comunidad?
El que esa era la intención de la ley aparece en el propósito indicado, «así quitarás el mal de en medio de ti, y todo Israel oirá, y temerá». El propósito de la ley es eliminar por entero de la nación al elemento criminal, una clase criminal profesional. A la familia no se le permite el privilegio perverso de decir: «Vamos a respaldar a nuestro muchacho, venga lo que venga»; la familia misma debe unirse en la guerra contra el delito. Puesto que la ley es un plan para el futuro, ese plan claramente significa la eliminación toda transgresión como un factor significativo en la sociedad piadosa.
Esta ley ha tenido su efecto en la ley estadounidense, en que los criminales habituales todavía técnicamente son culpables de prisión vitalicia después de tantas convicciones, pero estas leyes son un reflejo debilitado y en declinación de la ley bíblica. Originalmente, en los Estados Unidos se podía ejecutar a los criminales habituales, y algunos estados todavía tienen tal legislación en sus libros.
Puesto que la ley bíblica no tiene sentencia de prisión sino solo de restitución, su opinión del delito es que el acto del delito lo comete, no un delincuente profesional, sino un ciudadano débil, que debe restaurar los bienes robados más por lo menos una cantidad igual, a fin de que él mismo sea restaurado a su ciudadanía en la comunidad. La ley bíblica no reconoce a un elemento delictivo profesional; al delincuente potencialmente habitual hay que ejecutarlo tan pronto como dé clara evidencia de serlo.

CUARTO, EN ESTE PUNTO VIENE A LA VISTA EL FACTOR DE LA COMPASIÓN.

La noción común humanística es que tal ley es inmisericorde. La perspectiva bíblica es que no lo es, y que, de hecho, la perspectiva moderna no refleja ninguna compasión, sino compasión errada. ¿Se debe tener compasión del criminal o de la comunidad?

LA LEY BÍBLICA EXIGE COMPASIÓN PARA EL OFENDIDO, NO PARA EL OFENSOR.

La compasión, de hecho, se prohíbe específicamente como mal en algunos casos. Claro, en la ley respecto al hijo delincuente, se prohíbe la compasión por el hijo. Pero en otras leyes específicamente se tiene la compasión como prohibida:
Y consumirás a todos los pueblos que te da Jehová tu Dios; no los perdonará tu ojo, ni servirás a sus dioses, porque te será tropiezo (Dt 7: 16).
Si te incitare tu hermano, hijo de tu madre, o tu hijo, tu hija, tu mujer o tu amigo íntimo, diciendo en secreto: Vamos y sirvamos a dioses ajenos, que ni tú ni tus padres conocisteis, de los dioses de los pueblos que están en vuestros alrededores, cerca de ti o lejos de ti, desde un extremo de la tierra hasta el otro extremo de ella; no consentirás con él, ni le prestarás oído; ni tu ojo le compadecerá, ni le tendrás misericordia, ni lo encubrirás, sino que lo matarás; tu mano se alzará primero sobre él para matarle, y después la mano de todo el pueblo (Dt 13: 6-9).
Pero si hubiere alguno que aborreciere a su prójimo y lo acechare, y se levantare contra él y lo hiriere de muerte, y muriere; si huyere a alguna de estas ciudades, entonces los ancianos de su ciudad enviarán y lo sacarán de allí, y lo entregarán en mano del vengador de la sangre para que muera. No le compadecerás; y quitarás de Israel la sangre inocente, y te irá bien (Dt 19: 11-13).
Y no le compadecerás; vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie (Dt 19:21).
Si algunos riñeren uno con otro, y se acercare la mujer de uno para librar a su marido de mano del que le hiere, y alargando su mano asiere de sus partes vergonzosas, le cortarás entonces la mano; no la perdonarás (Dt 25:11-12).
En Deuteronomio 7:16 se prohíbe la compasión para los perversos habitantes de Canaán; la compasión de Dios por ellos, y su paciencia, había durado por siglos. Ya había pasado el tiempo para la compasión; era tiempo para el castigo y la muerte.
En Deuteronomio 13:6-9 se prohíbe la compasión para el que subvierte la fe, aun cuando esa persona sea un pariente cercano y querido. Los cimientos del orden santo están en juego, y la compasión aquí es un mal.
En Deuteronomio 19: 11-13, se prohíbe la compasión para el asesino en caso de asesinato premeditado. No se pueden aducir circunstancias mitigantes contra el hecho de asesinato premeditado.
En Deuteronomio 19:21 se indica la ley general de justicia; el castigo debe ajustarse al delito; debe haber una restitución comparable o la muerte. No se puede usar la compasión para hacer a un lado la justicia.
En Deuteronomio 25:11-12, ninguna mujer, al defender a su esposo que está peleando con otro hombre, puede intentar ayudar a su esposo mutilando la sexualidad del otro hombre. Tal ofensa era particularmente aterradora. Es la única instancia en la ley bíblica en donde la mutilación es el castigo, y su significación es de importancia central. Una esposa debe ser, bajo Dios, ayuda idónea para su esposo, pero solo y siempre bajo la ley de Dios.
En una pelea entre dos hombres, ella no puede tener ventaja injusta contra el asaltante de su esposo. La ley requiere que se quede dentro de la ley de Dios, y una mujer nunca puede ayudar a su esposo contra la ley. Si eso fuera permitido, el hombre pudiera hacerse a un lado y dejar que su esposa rompa la ley por él con impunidad.
Un amor sin ley está bajo la sentencia de la ley. Joab amaba a David como ningún otro aparte de Jonatán, y Joab a menudo tenía razón cuando David estaba equivocado, pero el amor de Joab era a menudo un amor fuera de la ley, y eso solo le ganó el odio de su pariente David, y el castigo final.
En el caso de la esposa sin ley, el hecho de la mutilación era una tétrica advertencia pública: una mano o cónyuge sin ley no era ni mano ni ayuda para nada. Su brazo mutilado era un tétrico recordatorio para todos de la prohibición del amor sin ley. No había que compadecerla, porque la compasión siempre debe moverse en términos de la ley, porque si no se vuelve condonación del mal. Sea una esposa, esposo, o hijo involucrado, la compasión nunca debe salirse de la ley.
Quinto, la falta del hijo transgresor implica un ataque o guerra contra la autoridad fundamental. De Deuteronomio 21:18, Schroeder escribió: «Este disputa la autoridad paterna y divina en disposición y vida con pleno conocimiento y propósito aunque la tiene ante él». En el v. 19, añadió: «Además de la autoridad paterna, la civil corre peligro, y de aquí el caso pasa de aquello, a esto». Todavía más, como Manley notó: «Viendo que los padres están como representantes de Dios para sus hijos, la rebelión obstinada se considera equivalente a blasfemia, y se le aplica el mismo castigo».
Sexto, el principio de la pena capital (de lo cual diré más después) interviene aquí. La vida es creada por Dios, gobernada por su ley, y se debe vivir en términos de su palabra-ley. Toda transgresión enfrenta el castigo máximo; las ofensas capitales requieren la pena de muerte aquí y ahora aplicada por las autoridades civiles.
Ni los padres ni el estado son los creadores de la vida, y por consiguiente no pueden fijar los términos de la vida. En este hecho se halla la mayor salvaguarda de la libertad del hombre; sí, el estado piadoso trata severamente a los ofensores, pero limita estrictamente el poder del estado en los demás puntos en términos de la palabra de Dios. El poder de los padres de igual modo queda limitado bajo el orden piadoso; la familia bíblica nunca tiene los poderes despóticos de la familia romana o china.
Los padres en todo momento están limitados por la palabra-ley de Dios. La ley bíblica claramente favorece al piadoso y trata con severidad al impío. Como Waller escribió de la ley respecto al hijo delincuente, «manifiestamente esta imposición, si se aplica, sería una gran protección para el país contra los personajes impíos, y lo libraría de uno de los más grandes elementos de las clases peligrosas».
Séptimo, Los cargos formales contra el hijo son de interés especial. Hemos notado el ataque fundamental a la autoridad, cubierto por las palabras «obstinado y rebelde». Según Waller, «las palabras hebreas se volvieron proverbiales como la peor forma de reproche». «Glotón y borracho» (cf. Pr 23:20-22, en donde se hallan las mismas dos palabras) añade al cuadro de un delincuente rebelde, antisocial e incorregible. El Talmud, con su reinterpretación de cada término, hizo que la ley fuera virtualmente inaplicable a cualquier persona.
La ley, por su generalización, pinta a un delincuente incorregible cuya conducta general confirma su naturaleza impía. El carácter confirmado del hijo establece, entre otras cosas, esto: el hijo delincuente y rebelde ha negado su herencia de fe y ley; en su significado último, esta rebelión contra su herencia espiritual es una rebelión contra la vida misma. De aquí, la sentencia de muerte. No es un personaje débil, es fuerte, pero su carácter está dedicado al mal.
La familia es la cuna terrenal de la vida, y la familia santa da una herencia de vida. Renunciar a esta herencia es renunciar a la vida. No todo hijo rebelde va hasta este punto en su rebelión, pero el principio de su rebelión es con todo un rechazo de su herencia en el pleno sentido de esa palabra.
Octavo, como hemos visto, la ley es una forma de guerra. Por la ley, hay la abolición de ciertos hechos, y a las personas que cometen esos hechos o se les ejecuta o se le lleva a ajustarse a la ley. La ley así protege a cierta clase, a los que cumplen la ley; y todo orden-ley es en efecto un subsidio a las personas de la ley.
Si la ley no impone esa protección, con el tiempo se destruye. Si la ley no ejecuta al criminal incorregible y profesional, está creando una crisis social seria y conduciendo cada vez más a la anarquía. En Los Ángeles, California, en 1968, por ejemplo, el uso de las resbaladeras en los parques municipales se hizo difícil para los niños.
Algunos delincuentes juveniles estaban enterrando botellas rotas con las puntas hacia arriba en la arena debajo de las resbaladeras. Los delincuentes juveniles intervenían en tantas otras actividades que las condiciones resultantes estaban más allá del control efectivo de la policía. De nuevo.
El uso de marihuana está tan extendido en el área de la Bahía que simplemente no está en el ámbito de posibilidad para las agencias de imposición de la ley detenerla.
En Berkeley, un sábado por la noche pueden haber más de 2000 fiestas de hierba en progreso; ¿puede haber un informante o un agente de policía en cada una?.
Virtualmente en todo aspecto de actividad criminal, el delincuente incorregible y el criminal profesional están adquiriendo velozmente un mayor poder de ataque.

Son más numerosos que la policía, son un ejército vasto de delincuentes dedicados. Las cortes, al hacer difícil que se les declare convictos, están en efecto subsidiando la transgresión, y haciendo la guerra contra los que acatan la ley.